Escasa entrada de público ante un rematado cartel, poco menos de media plaza en una tarde muy agradable. Comentarios en voz baja acerca del regalo en el cartel del rejoneador Francisco Javier García, igual que del regalo del toro que lidió, propiedad de la ganadería de su padre; la verdad sea dicha, el rejoneador lo hizo muy bien en el caballo con el que abrió, templó, de la misma manera que templó poniendo banderillas, aunque no fue tan acertado en su ejecución, a la hora de matar, recabó en el mismo error de tantos rejoneadores locales que matan sin confianza, sin citar de frente y al contrario atacan por detrás. Mató el sobresaliente después de los tres rejones reglamentarios y escuchó algunas palmas el de a caballo.
Ivan Fandiño en su primero nos deleitó con el capote, brindó al público e hilvanó sendas series por derecha y por izquierda con mucha quietud, no tuvo suerte en la espada y la presidencia le negó una merecida oreja ante un toro que anticipaba lo que iba ser el genio y el trapío de los del capitán Barbero. Que distinto es ver toros ante un animal que mete miedo, un animal que no inspira pesar, que demuestra toda su raza y muere en su ley. En su segundo, un toro con genio que se vino a menos, el matador vasco brindó al maestro César Rincón y con paciencia y saber torero, le dio distancia y con mucho temple y valor, le enseño a embestir al difícil toro de Santa Barbara, media estocada y cuatro intentos de descabello que dan al traste con los premios. Ivan Fandiño quedó ayer metido en el corazón de los antioqueños que le reconocieron su labor llamándolo a saludar a los medios.
David Mora en su primer toro nos regaló unas verónicas muy toreras y ante un toro con genio, bravo y noble, le toreó con temple, varias tandas por la derecha estirándose y apenas moviendo el pie de apoyo para ligar el próximo pase, unos naturales muy toreros y aunque corta la faena, después de un pinchazo deja una estocada hasta la empuñadura, que puede ser la mejor de la feria hasta ahora y que para mi ameritaba por si misma una oreja. Ayer pedí las dos orejas para el madrileño pero el palco de usía no estaba para “sensibilidades”. El toro saltó al callejón en medio de la brega y a pesar de que no hubo ningún hecho que lamentar, entendemos ahora sí, la responsabilidad que acarrean los alguacilillos, estos señores que deslucen en el paseíllo y que tampoco cumplen a cabalidad la función que se les encarga; que es simplemente, hacer cumplir el reglamento. No debe permanecer en el callejón nadie que no deba estar allí y menos descubierto! Al pomposo torilero mayor de la macarena lo salvó ayer un monosabio bajito y que cojea, el mismo que resuelve cuando las mulas no quieren arrastrar al toro, cuando los bueyes no quieren hacer su trabajo y que hasta de puntillero ha ejercido. ¡Enhorabuena! por los monosabios de la plaza que reaccionaron para evitar una catástrofe y ¡fuertes pitos, bronca! para los alguacilillos que no han entendido que tienen oficio y no son convidados de piedra a una fiesta de disfraces de época. Con su segundo no había nada que hacer, el español David Mora brinda al ganadero Jorge Luis Ochoa y debe abreviar rápidamente.
No se nos olvidará el trapío y la presentación de este toro melocotón que correspondió en suerte a Solanilla, era un toro de indulto, que personalidad, presto galope a cualquier capote que le mostraran, remataba fuerte en burladeros, fue y peleó muy duro en el caballo, picado excepcionalmente, persiguió en banderillas y fue difícil para los de plata, de ahí el meritorio saludo de Ignacio Páez. Lamentablemente Solanilla no supo templar, lo sobrepasó el toro que fue desobedeciendo cada vez más en su embestida, caminaba el toro cuando lo citaban por la izquierda y seguía siendo incomprendido por Solanilla quien no ligaba un pase detrás del otro. A Juan Solanilla se le nota el entrenamiento, mata seguro y despacha a sus enemigos de manera muy profesional. En el sexto que brindó a Luis Alfredo Ramos y quien lastimosamente era muy escaso de fuerzas solo le restó torearlo a media altura ¡como nos quedamos con ganas de ver a ese sexto sin ese defecto! En fin, el sábado en la Macarena se demostró porque se llama ir a los toros, cuando hay toros hay corrida y a pesar del escaso resultado en trofeos, lo del sabado nos dejó muchas cosas para el recuerdo.
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