Toro en el Campo

Toro en el Campo

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Video del 12N SIN PALABRAS

miércoles, 5 de noviembre de 2014

La soledad de un seductor

En una finca extremeña acabó Manzanares. Un consumado artista pero inconstante y de escasa ambición. Quizá por eso, la huella de su toreo ha sido menos profunda de lo que pudo haber sido

José María Manzanares a hombros del matador Enrique Ponce / CHEMA MOYA (EFE)

"Josemari ha muerto de soledad; no abandonado, pero sí solo e infeliz". Esta es la sincera y dolida reflexión de uno de los pocos amigos cercanos que tuvo el torero en los últimos tiempos.

José María Dols Abellán(Manzanares para la gloria taurina) fue encontrado sin vida el pasado martes en una habitación de su finca extremeña, donde vivía desde hace años apartado del mundo. Allí, solo el hombre, entre toros, campos de maíz y sus recuerdos, acabó de manera inesperada una existencia jalonada de muchas luces y algunas sombras, de reconocimientos y duras críticas, de conocidos circunstanciales y seguidores veleidosos, de largas fiestas y mujeres guapas, de lances arrogantes y alguna bravuconada, de amigos y enemigos íntimos, de destellos de felicidad y largas noches de tristeza…

Allí, en la finca extremeña, acabó, sobre todo, un torero privilegiado, nacido para la gloria, un creador de belleza, referencia fundamental de la compostura, el gusto, la calidad y el sabor torero; un hombre atractivo, dotado de una gran elegancia y un natural poder de seducción; un consumado artista, indolente, también, inconstante, conformista y de escasa ambición. Quizá por eso, la huella de su toreo ha sido menos profunda de lo que pudo haber sido a pesar de tantos ditirambos impúdicos como han derramado estos días sus propios compañeros, que han competido a la hora de encontrar adjetivos tan sonrojantes como irreales.

“Era raro como todos los toreros —añade su amigo—, tenía un temperamento fuerte, mantenía una difícil relación con su familia y pasaba los días en su finca apartado de todo y de todos, sin ilusiones”.

“Josemari era un bohemio —señala un admirador de muchos años—, buena persona, muy puro, amigo de sus amigos, respetuoso con sus compañeros y con una afición desmedida”.

Vivió la vida a tope. Y convertido ya en personaje famoso fue el objeto de deseo de las bellezas patrias y foráneas

José María Manzanares nació en Alicante el 14 de abril de 1953, hijo de Pepe Manzanares, un enfermo de los toros que dejó sus tareas en el puerto para probar suerte como novillero y ganarse, finalmente, el sustento como banderillero. Él fue quien inoculó a su hijo el veneno de la torería, y a los tres años ya toreaba de salón. Pronto se descubrió que las fibras del chaval eran especiales y en el incipiente aficionado afloró la elegancia clásica con la que ha entrado en la leyenda.

Acababa de cumplir los 18 años cuando tomó una alternativa de lujo en su Alicante natal de manos de dos grandes figuras: Luis Miguel Dominguín como padrino, y Santiago Martín El Viti como testigo. Era el 24 de junio de 1971.

Comenzaba ese día una carrera larga, que se extendería hasta el 1 de mayo de 2006, cuando la tarde de la presentación como novillero de un juvenil Cayetano en la Maestranza sevillana decidió romper el guion previsto y robarle el protagonismo al muchacho al decidir en un acto de rabia cortarse la coleta. Enfadado por el mal juego de sus toros, llamó a su hijo quien, tijera en mano, le desprendió el añadido y puso fin, definitivamente, a su trayectoria.

Fueron 35 años de presencia casi continuada en los ruedos; muchas temporadas —retiradas efímeras y vueltas ilusionantes incluidas— que vinieron a corroborar la clase innata del torero, su corto compromiso con la fiesta y consigo mismo y un carácter díscolo que le provocó no pocos contratiempos.

Figura indiscutible durante muchos años, imprescindible en todas las ferias importantes de España y América, José María Manzanares se convirtió por derecho propio en la referencia del clasicismo taurino. Triunfó en Las Ventas, pero un sector de la plaza lo convirtió en blanco constante de ataques feroces; quizá por eso, lo adoptó Sevilla, a la que deleitó con detalles de su calidad, aunque nunca llegó a traspasar la puerta de la gloria. Y mientras muchos aficionados se sentían arrobados por sus sublimes instantes de creación artística, algunos críticos exigentes denunciaban su actitud conformista y ventajista ante los toros.

El diestro José María Manzanares, durante su faena con la muleta en La Maestranza de Sevilla, mayo 2005. / EFE

Se casó en 1977 con Yeyes Samper, con la que tuvo cuatro hijos, dos chicas, Ana María y Yeyes, y dos chicos, José María, matador de toros, y Manuel, rejoneador. Vivió la vida a tope, celebró los éxitos —sobre todo, en América— con generosidad y sin prisas, y convertido ya en personaje famoso y con dinero, fue el objeto de deseo de bellezas patrias y foráneas.

Un supuesto romance con una guapa oficial fue el detonante de su divorcio, y, también, de su particular destierro a tierras extremeñas. Comenzó, además, una etapa difícil con sus vástagos, que no superaron la separación de sus padres, y un grave desencuentro con José María, por serias discrepancias sobre la gestión de su carrera como matador de toros. Y algo más hubo porque el padre no estuvo presente en la boda de su hijo torero.

¿Fue José María un mujeriego? “Josemari quería mucho a su mujer y siempre se ha preocupado por sus hijos; especialmente, por Ana María, que sufre un problema de salud”, responde el amigo cercano.

Pero… “No hay torero bueno al que no le gusten las mujeres…”.

Atrás quedaron sus peleas con un crítico salmantino que lo zahirió y despreció con maldita saña, su enfrentamiento con El Soro en el ruedo de Valencia por un quite a destiempo, y sus gestos arrogantes con algunos presidentes que lo sancionaron por actitudes o decisiones inapropiadas. Sin duda, era José María Manzanares un hombre apasionado, aunque no son pocos los que opinan que lo fue más en la calle que en el ruedo.

Admiró a Antonio Ordóñez, visitó muy poco las enfermerías, le gustaba hablar de campo y de toros, le encantaba el flamenco y se atrevía a bailar cuando la ocasión lo requería. Había fumado mucho, pero presumía de ser un atleta, y retaba a sus amigos a igualar los mil abdominales que, aseguraba, hacía cada día.

Genio y figura hasta que se encerró en el campo y la soledad fue su compañía. En Extremadura, con sus angustias a cuestas, abandonado por él mismo, murió un artista seductor, aquejado, como todos, de grietas en su alma, pero tocado por la genialidad, aunque él nunca estuviera dispuesto a desarrollar todo su conocimiento.

lunes, 27 de enero de 2014

Segunda Corrida

La corrida empezaba con un buen presagio al salir el primero de nombre Bolero, pero no fue un buen toro igual que el resto de sus hermanos.
El francés brindó al pintor Fernando Botero y la faena se fue en picada, con un manso echando hachazos a diestra y siniestra. Mata el francés recibiendo y descabella de forma limpia. En su segundo que se vislumbraba para cosas grandes el toro perdió igualmente recorrido cuando lo acariciaba Castella por ambos pitones. Faena de arrimones a las que nos tiene acostumbrados, mostrando su recorrido y valor, que le hacen pasear merecidamente una oreja.
Miguel Angel Perera fue lo mejor de la tarde, en su primero dejo unos pincelazos con el burel que se vino a menos y en su segundo con un toro parado que simplemente echaba arreones, demostró el significado de la palabra temple.
Luis Bolivar con un toreo muy electrico desperdició al primero que fue lo mejor que sacó la ganadería de Cuivá; palmas en el arrastre para el toro al que le faltó quien le templara la muleta y le diera unos pases largos y estirándose; otra hubiera sido la tarde si este toro hubiera correspondido a Perera. En su segundo pegó unos buenos pases en redondo, que rápidamente dejaron de servir, se quedó el torero sin argumentos, acabando allí su faena. El público que se mete con el torero y el responde haciéndome recordar la relación macarena con Dinastía. Bolívar no sale a la plaza con el gusto por torear, sale con sed de venganza y las condiciones no le favorecen aunque si la suerte con los astados, si no hay cambio de actitud no creo que Luis Bolívar deba pisar por un rato tierras antioqueñas

jueves, 23 de enero de 2014

Como fue el año anterior para la terna del sabado?

El mejor rankeado es Miguel Angel Perera es cuarto en el Escalafón, seguido por Castella.

 
Festejos en plaza Orejas en plaza 
Ord.LidiadorFestejosOrejasRabosReses lidiadas
004Miguel Ángel Perera43470142197281087
011Sebastián Castella37410121791517982
041Luis Bolívar127073233123

martes, 21 de enero de 2014

Miguel Angel Perera

Con la confirmación del reemplazo de Enrique Ponce, quien era la máxima atracción de la feria de Medellín, por Miguel Angel Perera, queremos hacer un recuento de quien es este torero extremeño, quien hace de su toreo un toreo de culto y que divide a los aficionados puros entre morantistas y pereristas.

Nacido en la provincia de Badajoz, recibió la alternativa en Badajoz de manos de El Juli y de Matias Tejela, que casualmente reemplazó a Enrique Ponce quien se caía del cartel. Recordemos que Perera es el reciente triunfador de la feria de Cali y esperamos que pueda repetir en la ciudad de Medellín.


ARTICULO DE PRENSA

Para aclarar que significa el pererismo. El matador se ha presentado dos veces en Medellín, que yo recuerde, salió en hombros junto a Morante en el año 2009, quien de pronto opacó el recuerdo de Miguel Angel, por lo que plasmó aquella tarde. Este año puede ser el año de Perera.

 De Purísima y Oro. Título: La orden pererista.
Fecha: Miércoles 8 de diciembre del año 2010.
Firma:José Antonio Luna Alarcón.
Intolerancia.
La orden pererista.
Esta tuvo el peso de lo sagrado. Es que en eso de lidiar los toros y matarlos a estoque hay de faenas a faenas. Se bordan breves, largas, insubstanciales, hondas, sobadas, artísticas, planteadas, absurdas o de utilería. Pero la del domingo pasado a la cuenta de Miguel Ángel Perera fue reverencial, solemne y ungida. Tuvo el éxtasis, la devoción y el recogimiento con el que un místico se entrega a su oración. Una faena contundente que prologa los nuevos tiempos, los del oficiante extremeño. Como ya se sabe, los ritos son simbólicos y suelen evocar a algún mito, en este caso, la utopía rememorada se llamó Santiago Martín El Viti y más allá, como la efigie de un santo de madera policromada en la penumbra de una catedral, está el recuerdo de Emilio Ortuño Jumillano. La severidad del ceremonial celebrado el domingo pasado en la Plaza México se concretó en unos lances cadenciosos a pies juntos que devinieron en tafalleras. Luego, el eclesiástico percibió la suave brisa del toro de Campo Real por demás pastueño y carente de casta. Entonces, los lances de Tafalla se convirtieron en gaoneras ajustadas. Vino lo de la puya y a la hora de quitar Perera calcó en los medios lo hecho antes en el tercio.
Para la faena de la sarga, los pies clavados en la arena –siete pases sin enmendar- desató las órdenes hieráticas de sus sentimientos con muletazos suaves y embarcando al toro que a cada momento demostraba, más y más, su absoluta falta de casta. La faena del torero extremeño fue un culto al temple. En su quehacer no existieron los duendes negros gitanos, ni el tremendismo combinado con la ortodoxia, dos características hoy muy en boga. Son otros los valores que aderezan su gran estilo: sobriedad, cadencia perezosa en la cintura y las muñecas, y la arrogancia de su pecho mostrándose a la embestida. Mágica hondura, severidad de movimientos y el acompañar cimbreante al toreo dilataron el tiempo.
Este es el torero para otra estirpe de aficionados, la de los devotos. Porque ir a la plaza cuando oficia Perera es más un acto religioso que de afición taurina. Leves insinuaciones del trapo al momento de tocar, la sutileza en el embarque, el torear con todo el cuerpo y luego, el despedir adusto para volver a quedar colocado. Todo sin alardes ordinarios, ni la más mínima concesión al mal gusto. Con ello, uno se siente como cuando entra al templo, huele a cera y a flores dulzonas, se oye el murmullo de las oraciones que revientan en el olé y en el centro del ruedo, toreando como los ángeles, está el maestro Miguel Ángel Perera, altivo, sereno, austero y elegante. Cuando remata, uno ha quedado en estado de gracia.
La faena al segundo de la tarde tuvo solemnidades de misa mayor. Después, todo fue en balde y cada quien a lo suyo. Zotoluco con un torito corniausente luchaba en vano por vencer las tentaciones del toreo a la distancia, y el Payo, mal y de malas, se afanaba tratando de convertir al octavo. Mientras tanto, el que esto escribe, con veneración se calaba el hábito de la cofradía pererista.
Quien es Miguel Angel Perera? 
* Tomado de su página Web.

…Y el torero empezó entonces su forja. Al fuego lento de la vida y en el yunque férreo del toreo. La presentación en público llegó el 31 de Agosto de 1999, en Baños de Montemayor, en la provincia de Cáceres. Aunque el primer vestido de luces lo viste enOlivenza (Badajoz) el 9 de octubre de ese mismo año. Dos fechas que marcan el arranque de un camino imparable y sólido.


Las temporadas de 2000 y 2001 fueron una constante confirmación. El 4 de noviembre de ese último año, Olivenza, otra vez Olivenza, asistía a su despedida como novillero sin caballos. Lo hizo imponiéndose en la Final de la Federación de Escuelas Taurinas. Fue el colofón a veintidós tardes toreando sin picadores que fueron veintidós exámenes aprobados con la nota alta del riguroso nivel de taurinos, profesionales y aficionados. Tanto, que las puertas empiezan a abrirse y en noviembre de 2001 la empresa hispano-mexicana Tauromex se hace cargo de su apoderamiento. Otro cambio radical en la vida de Miguel Ángel. El niño que se había hecho joven tenía de golpe que convertirse en hombre. Y volar otra vez. Como antaño a aquel colegio de Villafranca de los Barros, pero ahora a la gran universidad de la vida. Madrid, la capital por excelencia, le esperaba sin saberlo ella. Aunque no tardaría en enterarse…

Aquél fue un invierno de intensa y dura preparación. Por delante, otro paso al frente, el salto de escalafón, la entrada en los del castoreño. El debut se produjo el 23 de febrero de 2002, en la Plaza de Toros de Illumbe, en San Sebastián. El cartel lo completaban Andrés Palacios y el mexicano Arturo Macías con novillos de Mari Carmen Camacho. Una oreja le cortó Miguel Ángel al sexto, un premio que no hizo sino seguir alimentando la expectación en torno al nuevo torero. Antes de terminar aquella campaña de 2002, Miguel Ángel Pereratuvo ocasión de presentarse en la Plaza de Toros Monumental de México. Fue el 22 de septiembre. Primera etapa de varias que le llevó por algunos de los principales cosos americanos, como Lima, Quito, Cali y Aguascalientes.

Las dos siguientes fueron dos temporadas definitivas. La de 2003, a modo de declaración de intenciones, la cimentó de inició presentándose en Bilbao con una novillada de Fuente Ymbro y las cámaras de TVE como testigos. Otra oportunidad que Perera aprovechó al mil por mil. Otro aldabonazo. Otro golpe en la mesa. Barcelona, Sevilla, Valencia, Badajoz, Arles, Nimes, certámenes de novilladas de primer nivel como Algemesí donde se proclama vencedor… Cuentas de un rosario luminoso y triunfal. Pero como no hay luz sin sombra,Miguel Ángel conoció pronto y fuerte la cara más dura del toreo: la cornada. Grande fue aquella del 30 de septiembre de 2003 en Arnedo. Un tabaco. Costó superarlo. Casi un mes tardó en llegar la reaparición. Fue ya en tierras americanas, en Lima.

2004 tenía que ser un año determinante. Y Perera así lo preparó. Y así lo anunció cuando el29 de febrero se encerró por vez primera en su carrera con seis astados. Seis novillos, en este caso, de Guadalest en su tierra, en Villafranca de los Barros, en su segunda casa. La tarde dio para muchas cosas. Para el triunfo: tres orejas y un rabo cortó el diestro. Pero también, de nuevo, para el contratiempo de la cornada. Una interna le propinó el cuarto aunque nadie lo percibiera porque Miguel Ángel prosiguió el espectáculo hasta el final llegando, incluso, a banderillear al cuarto y a picar al quinto. Lo dicho, una declaración de intenciones…


Y llegó el 6 de junio, el día del debut en Las Ventas de Madrid. Aplazado porque debió haberse celebrado algunas tardes antes, la del 24 de mayo. Lo impidió la lluvia. Agua que, lejos de sofocarlo, avivó el fuego interior de Miguel Ángel por hacer suya y rendir a la primera plaza del mundo. Alternó con Morenito de Aranda e Ismael López. De azul rey vestido, el de Puebla del Prior no necesitó más que un novillo para gobernar por entero el reino. Las dos orejas le cortó a Laminoso, de El Ventorrillo, tras una faena imponente, rotunda e impactante. Una actuación de altos registros que confirmó con el cuarto, del que obtuvo otro apéndice. La Puerta Grande más grande del toreo abierta de par en par a las primeras de cambio.  

Tocaban empresas mayores, el asalto definitivo, la mayoría de edad: convertirse en matador de toros. Aquel horizonte tan lejano para el niño que empezó a torear de salón en el colegio San José y que, desde entonces, ya no paró nunca de torear y de torear cada vez mejor. Pero antes, el adiós a lo grande al escalafón novilleril. En otra plaza de primera, como en el debut.Valencia, en este caso. Y, como en San Sebastián, una oreja y la impresión de que el techo de Miguel Ángel quedaba lejos aún.


Badajoz. Vísperas de San Juan. Un vestido blanco y oro. Como siempre fue. Perera en casa. Cumpliendo el sueño de la alternativa. El árbol en su raíz. Como siempre fue. De padrino, El Juli. Como testigo. Matías Tejela, que entró inesperadamente en sustitución de Enrique Ponce, herido el día antes. Las cosas del destino, que se empeña en marcar su terreno… Miliciano, de pelo negro y 590 kilos, fue el toro del doctorado. El brindis, a su padre. La condición de los toros no acompañó y la puerta grande se le resistió. Aunque por encima de resultados, el público que llenó la plaza y los profesionales y taurinos que acudieron al evento salieron con lo que fueron buscando: la certeza de que una nueva figura del toreo venía creciendo.

En el invierno de ese 2004Miguel Ángel Perera puso en manos del apoderado francésSimón Casas la dirección de su carrera. A Casas le relevó al año siguiente José Antonio Chopera. Era la temporada de 2005, la de la confirmación de alternativa en Madrid. Fue el26 de mayo, con César Rincón como oficiante de la ceremonia y, otra vez, Matías Tejela como notario. El vestido, rosa y oro. Para el recuerdo, apenas la efeméride. El ganado impidió que pasaran cosas importantes. Tocó esperar hasta la Feria de Otoño, en la que Perera cortó dos orejas, una en cada una de las tardes en que se anunció. La primera, incluso, la del 8 de octubre, con una cornada que fue su bautismo de sangre en la cátedra venteña. Cuatro días más tardes, el de la Hispanidad, el diestro de Badajoz logró cortar dos orejas en laMaestranza de Sevilla, una a cada uno de sus ejemplares. Pero, de nuevo por encima del resultado, importó la sensación de cuajo que dejó en el coso hispalense. Una tarde que el torero aún recuerda entre las de mayor plenitud personal.

2005 y 2006 fueron años de crecimiento y de regularidad. En el triunfo y en la firmeza. No sólo se consolidaba la figura, sobre todo, maduraba el torero. Entre esas dos temporadas indultó cuatro toros, los primeros de su vida. Espléndido en MurciaBucanero en Abarán (Murcia),Harinero en Valencia y Pitito en Palencia. Cuatro hitos inolvidables, cuatro encuentros con la bravura por excelencia y el toreo derramándose a chorros… Miguel Ángel Pereraconfirmado en la élite de aquel mundo que le atrapó para sí una tarde de tentadero en lo de Pereda con Campuzano y Pepe Luis Vázquez erigidos en héroes a los ojos del niño. Ahora el héroe era él…

Pero también el niño que, como entonces, tenía las entrañas ardiendo en busca de respuestas a tantas preguntas. Es esa desazón que atrapa y envuelve al incorformista por naturaleza.Miguel Ángel lo es. Siempre quiere más, aunque no siempre más tenga que ver con la cantidad, sino con la calidad. Perera necesitaba saldar cuentas con su serenidad y rompió con el poder para ponerse a caminar por la cuerda tantas veces floja de la independencia. Pero, como en tantos otros momentos en su trayectoria, no le importó la senda sino el paso. Y de éste, Miguel Ángel que era su único dueño, estaba más que seguro. Y eligió a Fernando Cepeda como nuevo apoderado, un apoderado nuevo, pero que, sobre todo, era torero. Como él. Y ya se sabe que el lenguaje de los toreros tiene códigos que sólo ellos descifran.

Temporada de 2007. Otro camino nuevo por delante. El reto de la novedad, el vértigo apasionante de lo incierto. Y tanto que lo fue. El poder empezó a mover sus hilos y alguna que otra puerta se fue cerrando. Para colmo, una fuerte cornada de un toro de Valdefresno el 18 de mayo en Madrid le obligó a parar. Un tiempo de recuperación y de reflexión que hizo más fuerte al torero, al apoderado y a su unión. La segunda mitad de aquella campaña dejó pasajes pletóricos de Perera como Alicante, Badajoz, Salamanca, Murcia, Nimes, Barcelona, Albacete, Sevilla, Madrid y Zaragoza. Fue el prólogo de 2008, sin duda, el mejor año de su vida por ahora.

Aquél fue un Miguel Ángel Perera desatado, arrollador, implacable, triunfador… Un año perfecto de principio a fin. Desde el estreno español en Torremolinos hasta el final en Las Ventas la tarde del 3 de octubre. Un día que convirtió al de Badajoz en un gigante. Roto por las cornadas, exhausto de dolor, pero con la primera plaza del mundo estremecida y puesta en pie ante la demostración de gallardía torera de un torero que dio aquel día el paso definitivo hacia ese nivel donde sólo entran los elegidos. Entre una y otra tarde, una temporada de oro. El año de las dos orejas de Sevilla y, ante todo, el año de aquel día después del día de José Tomás. El 6 dejunio, cuando todo el toreo hablaba del despliegue para la historia que el maestro de Galapagar había ejecutado en MadridMiguel Ángel respondió con una actuación tremendamente importante que le puso en las manos cuatro orejas de una unanimidad total. Perera se sabía figura máxima del toreo y como tal respondió. Fue el cénit de un año donde también hubo lugar al dolor del percance. Como la cornada de Alicante el día que reemplazaba a José Tomás, también herido. Y fue también la temporada del encuentro, el primero, con el propio diestro de Galapagar. El 24 de agosto, en Cuenca, una cita especialmente anhelada por Miguel Ángel dada su profunda admiración por José Tomás. El ritmo era imponente, de éxitos y de toreo, y como tal concluyó…

Fue en Madrid el 3 de octubre. Vestido de grana y oro y seis toros sólo para él aguardando en los corrales de Las Ventas. Sólo cinco pudo matar. Dos cornadas lo impidieron. De la primera fue intervenido en la propia plaza, que le esperó impaciente, porque el héroe regresó a su empeño. Otra vez el férreo empeño de Perera. De la segunda, en el quinto, ya no pudo volver de la enfermería. Daba igual: la gesta estaba escrita. Tres orejas en una tarde épica, de las que subliman al toreo por encima de todas las artes. Y al torero, por encima de todos los hombres. Otra vez Madrid entregada a Miguel Ángel y Miguel Ángel dado por entero al toreo…


Una senda en la que sigue. Año a año. Presente siempre en las principales ferias, afrontando los compromisos más serios, atendiendo a su compromiso con la afición y con la profesión. Especialmente complejo fue 2012, en el que Perera no recibió en algunas plazas y de distintas empresas el trato y el lugar ganado en el ruedo. Otra vez el precio de la independencia… Pero un coste que el torero de Puebla del Prior asume y encara. Como un estímulo. De hecho, 2013 está siendo otra de sus grandes temporadas. En regularidad en el triunfo y en lo maciza de su tauromaquia. Aquel sueño forjado en el colegio ha ganado ya muchas de sus aspiraciones. Pero los valores que lo cimentaron siguen intactos. Y también la ambición por seguir adelante. Al fin y al cabo, la de Miguel Ángel Perera y el toreo es la historia de un deslumbramiento, de un enamoramiento. Y los amores que lo son de verdad, lo son para toda la vida.

lunes, 20 de enero de 2014

Primera corrida de 2014

Temprano inicio de temporada en la plaza de la Macarena. Pesimista arranque con el primer Achury Viejo de nombre MARINERO que se paró muy temprano en la muleta y no permitió el lucimiento de Javier Castaño, quien al estilo morantista y de Diego Puerta empezó la faena de la muleta sentado en una silla y pegado a las tablas.
El segundo toro que salió a la plaza nos levantó los ánimos, corrió furibundo bordeando el ruedo y embistiendo a cualquier lance de capote, cuando salieron los picadores al ruedo, el toro sin siquiera tomar mucha distancia embistió con toda su fuerza y casi manda al picador con caballo y todo al tendido, demasiada fuerza y bravura en su embestida. Meritoria vara de Cayetano Romero quien después de ese levantón, recibió al toro con una fuerte puya, sin permitirle tocar el peto de su montura, tal como mandan los cánones; como cuando no había peto. Empezó Manuel Libardo su faena de muleta  consintiendo y respetando al animal, al que quiso despachar pasadas tres tandas, y que casi no iguala para entrar a matar, pues estaba entero. Si todos los toros fueran así, tal vez no habría anti-taurinos, pues este toro inspiraba de todo menos lastima. Más el toro que el torero, al final el respetable pidió la vuelta al ruedo y la presidencia otorgó la oreja al matador, no fue suficiente clara la mímica de vuelta con la mano para usía y quedó el premio en las manos equivocadas.
Promisorio el tercero para Luis Miguel Castrillón, buenas formas con un toro de increíble porte que no permitió su lucimiento y que se venia a menos por el pitón izquierdo.
El primer toro de rejoneo, fue para mi gusto la mejor faena hasta ahora de Pablo Hermoso de Mendoza en tierras paisas, quiero acotar recordando el segundo de la tarde, Buñolero, que la fiesta del toreo es una pelea que requiere una alta dosis de igualdad y que esos pequeños toros de Ernesto Gutierrez, que exigen las figuras, por mucho que embistan son mucho más inferiores al binomio al que se enfrentan.  Pablo Hermoso me recordó el rabo de Bogotá, sabiduría al dejar en buen puesto un solo rejón de castigo, y hermosos pares de banderillas con Chenel, toreando con quites con el anca, con banderillas al quiebro, con Dalí muy templado y con una inaudita Pirata, que arredró al toro antes de que cayera arriesgándose a ser empitonada mientras Pablo Hermoso había echado pie a tierra, esperando que el toro cayera. Muy merecidas dos orejas para el rejoneador navarro, que es el showman que en buena hora encontró Cormacarena para mantener la feria en números verdes.
La segunda mitad de la corrida no encontró el mismo nivel en los toros, nos permitió ver en todo su esplendor el valor de Javier Castaño con un burraco, parado y peligroso al que el Leonés le sacó algunos pases a punta de arrimarse con cojones. Manuel Libardo pasó desapercibido en su segundo, al que confiado esperó cuando todo estaba perdido y le saco un para de series muy suaves con la derecha, era más del estilo del matador de Ubaté, quien parece preferir estos bureles nobles y carentes de peligro, al bravisimo Buñolero, para abonarle al Cuninamarqués que descabelló en el acto y su actitud. Por último Luis Miguel Castrillón desperdició al mejor ejemplar de la ganadería de los Rocha, quien requería más lidia para que afinara la embestida y no pegara tantos arreones y un poquito más de largura por el pitón izquierdo, esperamos que el paisa con el paso de los años y de la experiencia, pueda mejorar para años venideros. Lo mejor para este toro fue la vara de Luis Viloria, quien se sostuvo en el caballo con una destreza admirable, mientras pegaba una buenisima vara y las banderillas de Ricardo Santana, quien es el mejor banderillero que tiene Colombia hoy en día.
El último toro de Ernesto Gutierrez, que correspondió a Pablo Hermoso, fue el escenario para que viéramos nuevas suertes como los giros de anca a cabeza y de cabeza a anca realizados con DISPARATE, quien acababa recientemente de poner de rodillas a la plaza de toros de Manizales, y con VIRIATO que reta al toro, toreandolo de frente en una increíble demostración de dominio del arte del rejoneo y todo lo que ella significa. Enterró el rejón de muerte caído pero fulminante y otra vez dos orejas para Hermoso, que nos hace salir con una sonrisa de la Macarena, esperando con ansias la próxima tarde de toros.